Invisible
En Mayo de 2012 escribí esta nota para la Revista Temas Económicos. Sigue vigente.
Unos están a favor de la existencia de una nueva economía o economía digital, otros opinan que la leyes económicas siguen inmutables, y solamente se deben interpretar de manera adecuada. Lo innegable es que la economía y su objeto de estudio han sufrido enormes alteraciones. Las necesidades y el concepto de escasez han mutado.
Kevin Kelly uno de los defensores de la “nueva economía” entre sus tesis declaraba que la espacialidad geográfica para el mundo de los negocios está en problemas, y opinaba que con el tiempo los negocios no estarán determinados por su ubicación en el mapa físico, sino por su ubicación en la red. La nueva economía opera en un espacio y no en un lugar, los humanos seguirán viviendo en lugares, pero los negocios se darán en espacios comunes y virtuales.
Definiciones teóricas sostienen: “la economía es la ciencia que estudia leyes, las cuales rigen la producción, distribución, circulación y consumo de los bienes materiales que satisfacen necesidades humanas”, o indican: “es la ciencia encargada del estudio de la satisfacción de las necesidades humanas mediante bienes que, siendo escasos, tienen usos alternativos entre los cuales se debe optar” se han visto en apuros, al convertirse en intangibles los principales factores de la producción y la materia en bits.
Gran parte de la economía, en la actualidad, está basada en información y conocimiento que transita libremente por la red desde un rincón del planeta hacia otro, productos que se descargan de la Web con un click y se transfieren por el aire de un dispositivo a otro, mano de obra y servicios que compiten virtualmente sin límites geográficos, herramientas de producción que si no son digitales, se instalan dónde el entorno ofrece ventajas y son operadas de manera remota como títeres, o dinero guardado en el celular esperando a ser utilizado en cualquier instante. Bajo este entorno, lo único escaso es el tiempo, la creatividad y la atención.
Por su costado, el mundo de “ladrillos” no va a desaparecer, al contrario, el planeta necesita cada vez más hogares, infraestructura, alimentos, materias primas, medios de transporte y tantos otros elementos, y la realidad es que los inconvenientes y contratiempos que debe afrontar la internacionalización, incluso el despegue mismo de empresas digitales, o altamente digitalizadas, son muy diferentes a los que debe soportar una empresa tradicional cuando debe transportar o trasladar materias primas, materiales e insumos, producir bienes físicos y finalmente distribuirlos en mercados locales.
Cuando es posible replicar un elemento de manera ilimitada y sin costo, lo escaso únicamente es la primer copia. Cuando en la red se puede elegir entre un servicio que es utilizado por diez y otro que usa medio planeta, hay más incentivos por pertenecer a último grupo de usuarios que al primero, lo escaso aquí tiene menos valor. Cuando alguien decide hacer una copia de nuestra creación, nos está favoreciendo, no perjudicando. El mundo digital funcionan diferente y coexiste con el planeta de ladrillos. Ronald Coase ganó en 1991 el premio Nobel de economía por preguntarse en el año 1937 hasta que punto debía crecer una organización en “La naturaleza de la empresa”. Sus respuestas apuntaban a los costos de transacción, a que el tamaño óptimo de una empresa era aquél en que el costo de conseguir afuera de la firma lo que esta necesita para lograr sus metas fuese menor que hacerlo dentro. A principios del siglo pasado, Ford producía su acero, su caucho y la mayoría de los elementos necesarios para fabricar un automóvil. Hoy Automattic, que produce un software libre y gratuito, tiene ganancias por sus servicios de unos 45 millones de dólares, con algo mas de 100 empleados trabajando desde distintos lugares del planeta. Nike con 35.000 empleados, ya no produce ni los productos que vende, solo los diseña, comercializa y gestiona su marca.